Tenía 16 años cuando noté por primera vez que mi pene no se mantenía firme cuando me masturbaba.
Después dejé de tener erecciones matutinas. Ese fue el primer signo real de que algo estaba mal.
Durante los siguientes 12 meses las cosas fueron empeorando progresivamente.
La masturbación y las relaciones sexuales se volvieron cada vez más difíciles. En el momento en que dejaba de estimularme, el pene se me ponía blando.
Estoy seguro de que mi novia en esa época notó que algo no estaba bien pero era una situación incómoda para hablar de ella.
Sentí que no tenía nadie con quien hablar de esto. Crecí sin un padre y me sentía muy avergonzado como para contárselo a mis amigos de la escuela. Me habrían humillado. Y lo que hice fue alardear de mi vida sexual como lo hacían todos los demás.
Mantener esas apariencias era estresante. Yo pensaba que la impotencia era algo que sólo lo pasaba a los viejos. Pero es un problema cada vez más común en los jóvenes.
Según un estudio reciente, uno de cada cuatro pacientes recién diagnosticados con disfunción eréctil tiene menos de 40 años.
Mi médico actual me dijo que uno de cada 10 hombres sufrirá la enfermedad en algún punto en su vida, pero éste sigue siendo un tema tabú.
¿Pornografía?
La pornografía pudo haber tenido en papel en esto. Vi tantas cosas explícitas cuando era más joven -en ocasiones varias veces al día- que me era difícil sentirme excitado con las situaciones de la vida real. Muchos hombres tienen experiencias similares.
Ahora tengo 25 años. Vi a un médico en algún punto pero me hizo sentir mucho peor. No me hizo caso y dijo que probablemente me estaba masturbando mucho. Salí de allí sintiéndome más molesto y ansioso.
En secreto comencé a ordenar Viagra de India. Me escabullía la baño para tomar la píldora antes de tener sexo. Después le hacía sexo oral a mi novia por unos 20 minutos hasta que estaba suficientemente duro para la penetración.
Las píldoras costaban unos US$2 cada una y venían en paquetes de 20. Tuve que haber gastado cientos de libras esterlinas a través de los años.
La mayoría de los jóvenes llevan condones en sus billeteras, yo llevaba Viagra en la mía. No podía entender por qué me estaba pasando esto cuando era tan joven. Era muy frustrante.
Si se me acababan las píldoras, me entraba el pánico y hacía excusas para evitar tener sexo. Incluso cuando las medicinas funcionaban, no gozaba el sexo. Constantemente pensaba en el temor de perder la erección.
Una vez una novia encontró mis píldoras y me preguntó qué eran. Fue muy incómodo y pretendí no haberla escuchado. El secreto puso a nuestra relación bajo presión y eventualmente rompimos. Me hubiera gustado hablar con ella de eso pero me sentía muy avergonzado.
Después de unos años empecé a pensar en el suicidio. Se me hacía muy difícil tomar en serio las relaciones románticas. ¿Cómo podían durar cuando mi pene no funcionaba apropiadamente? Sentía que nunca iba a ser capaz de encontrar amor y comenzar una familia si no podía tener erecciones y que no tenía sentido ni siquiera tratar.
Lloraba en las noches preocupado por mi pene. Comencé a tomar drogas. Pensaba que mi cuerpo estaba de cualquier forma hecho un desastre así que no me importaba seguirlo dañando.
Un día, me dio una crisis nerviosa y terminé contándole todo a mi mamá. Me senté en la cocina de su casa y le dije que si llegaba a los 30 años y no solucionaba este problema, me mataría. Ella se mostró impactada pero me apoyó. De inmediato me hizo una cita con un nuevo doctor.
«Las inyecciones fueron lo peor»
Me refirieron a un urólogo que recomendó una serie de nuevos tratamientos. Traté todo: píldoras, ungüentos, incluso una inyección.
La inyección fue lo peor. Aparentemente los actores porno las usan para ayudarles a tener erecciones en las filmaciones. Me temblaba la mano cuando tenía que ponérmela. Funcionó pero dejé de inyectarme después de seis semanas. Era demasiado horrible. No puedo entender cómo alguien puede meterse una aguja en el pene voluntariamente.
También vi a un terapeuta y comenzó a explorar el papel que juega la ansiedad en la disfunción eréctil. Me di cuenta de que no hablar de ello durante tanto tiempo aumentó mi preocupación y empeoró las cosas.
Fue un alivio ya no tener que esconder este terrible secreto. Finalmente hacer algo al respecto me quitó un peso de encima.
Me hicieron varias pruebas y eventualmente me diagnosticaron un derrame venoso. Esto básicamente significa que la sangre no circula apropiadamente alrededor del pene, pero existen desacuerdos sobre sus causas y cuán prevalente es.
Puede ser provocado por una enfermedad vascular, lesión sexual o masturbación excesiva que daña el tejido del pene. Esto a su vez puede causar depresión y ansiedad.
Parecía que no iba a ver una solución de largo plazo para mis asuntos de erección. Traté un nuevo fármaco y éste funcionaba por algunos meses. Pero después volvía a preocuparme y mis erección volvía a desaparecer.
Implante de pene
Finalmente mi médico sugirió un implante en el pene. Este consiste de dos tubos de plástico que se implantan dentro del pene a los que se adhiere una bolsa con solución salina colocada en el estómago.
Funciona con una bomba escondida en mi escroto. Antes de tener sexo la aprieto unas 10 veces y me infla las arterias en el pene para endurecerlo. La erección dura hasta que libero el botón. Y puedo eyacular de forma normal.
Mi actual novia, a quien conocí tres meses después de la operación del implante, conoce toda la situación. Se la expliqué bromeando diciéndole que había pasado de automático a manual.
Ella ha entendido todo y esto me hace pensar que si la hubiera conocido antes no hubiera pasado por lo que pasé ya que no habría tenido tanta ansiedad por este problema.
Mis amigos también lo saben. Les dije que ahora me llamaba «hombre robot». En ese momento estaba trabajando en una construcción y todos querían que les mostrara cómo funcionaba. Fue como enseñar un nuevo aparato electrónico.
Mis amigos cercanos me han dado mucho apoyo. Esto me sorprendió mucho. Durante años me imaginé que se burlarían de mi pero en realidad al enterarse se entristecieron porque no se los conté antes.
Poder disfrutar del sexo sin preocuparme de perder la erección ha sido extraordinario. Pero a veces me pregunto si ponerme un implante fue la decisión correcta. No es reversible así que si en los próximos 20 años surge una cura para la disfunción eréctil, no podré usarla.
Mi consejo para quienes tienen este problema es que encuentren a alguien con quien hablar honestamente sobre ello antes de aceptar un tratamiento.
Y, si pueden, encuentren una pareja que los apoye, con quien se sientan cómodos. Definitivamente no se escabullan en secreto para tomar Viagra como lo hice yo. BBC MUNDO