Por: Nicolás Mateo
Albert Frederick Arthur George, que nació el 14 de diciembre de 1895, se convirtió en rey del Reino Unido el 11 de diciembre de 1936, cambiando su nombre a Jorge VI, cuando su hermano Eduardo VIII abdicó de la corona para casarse con la plebeya estadounidense Wallis Simpson. Este monarca fue el último emperador de la India y el primer jefe de la Mancomunidad de Naciones, que fue es una organización compuesta por 53 países independientes que comparten lazos históricos con el Reino Unido
El rey Jorge VI era tartamudo, incapaz de pronunciar un discurso, defecto que se convirtió en el principal escollo para que su pueblo lo aceptara como monarca. Sus súbditos, en general, lo tenían por débil e inestable; su familia no esperaba que llevara jamás la corona; los nazis se burlaban de él diciéndole monigote.
Pero el monarca, que en medio de su reinado le sorprendió la II Guerra Mundial, jugó un papel de primer orden en las estrategias llevadas a cabo para vencer a los nazis en esa conflagración, Contrario a amilanarse y refugiarse en su palacio fue parte de las acciones engañosas para confundir a Adolfo Hitler en relación al lugar y hora del desembarco de Normandía, que fue la operación militar efectuada por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial que culminó con la liberación de los territorios de Europa occidental ocupados por la Alemania nazi.
De igual forma, se mantuvo en conversación permanente con el primer ministro de Reino Unido Winston Churchill, discutiendo las estrategias de guerra. Se dedicó a visitar constantemente las tropas inglesas como acción motivadora y pronunció aquel famoso discurso en el que apelaba a su pueblo a mantenerse firme «ante los oscuros días venideros». Y en un hecho que le hizo ganarse el respeto de su pueblo, rehusó refugiarse en Canadá en los momentos de mayor riesgo, cuando Londres, incluyendo el Palacio de Buckingham, era bombardeada cada noche por los nazis.
Buscando una solución a su problema de tartamudez, , el Rey Jorge VI decide contratar a Lionel Logue, un logopeda, profesor de dicción y de teatro en su tiempo libre, para que mediante terapias y técnicas usadas en la actuación le enseñara a hablar sin gaguear.
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Lionel logró tanto progreso en Jorge VI que provocó que el rey se convirtiera en un símbolo de la resistencia en la lucha contra los nazis, a tal punto que a la hora de celebrar la victoria, una multitud se congregó frente al Palacio de Buckingham, a los gritos de «queremos al rey». Jorge VI salió, triunfal, al balcón, en compañía de su primer ministro, Winston Churchill.
A propósito de la campaña electoral en el país, los adversarios del candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), licenciado Gonzalo Castillo, se burlan de él en las redes sociales queriéndolo presentar como un tarado, debido a su poco manejo de la retórica al momento de discursear en las actividades proselitistas, ignorando su impronta y éxitos como empresario y su desempeño frente al Ministerio de Obras Públicas, por el que fue durante 7 años consecutivos el funcionario mejor valorado por la población.
Si bien es cierto que la palabra es una de las herramientas fundamentales de un político en campaña, el manejo de la retórica no es garantía de buen desempeño en la conducción de una nación compleja como la República Dominicana. Hable bonito o no, el país demanda de un gerente que ejecute planes y proyectos que logren mayor equidad y desarrollo, y que gobierne con un sentido social y humano.