Cuando Jonathan Rauch cayó en una crisis al inicio de sus 40 años, no lograba entender por qué se sentía así. Le iba bien en la vida: tenía una carrera exitosa como experto en políticas públicas, estaba en una relación estable, tenía buena salud y no le faltaba el dinero.
«Era un misterio», le dijo a la BBC. «No tenía sentido».
«El malestar empeoró a medida que mi vida mejoraba objetivamente. ¡Era todo espléndido!», describe.
Pero Rauch se sentía «insatisfecho e inquieto, atrapado en el cuerpo de alguien que lo quiere tirar todo por la borda».
Cuando por fin descubrió las razones detrás de ese malestar, decidió escribir un libro: «La curva de la felicidad: por qué la vida mejora después de los 50», que acaba de ser publicado en Estados Unidos y Reino Unido.
«No es una crisis»
Según Rauch esa crisis por la que él pasó es un fenómeno extendido pero distinto del estereotipo de lo que la gente cree que es una crisis de la mediana edad.
«Se da en países y en culturas de todo el mundo e incluso se identificó una versión de la misma entre chimpancés y orangutanes», dijo.
El problema con la idea de la crisis de la mediana edad es que en realidad «no es una crisis».
«Una crisis implica un shock repentino, una interrupción, algo anormal, algo alarmante o que da miedo», explica.
«Pero no es así. En realidad es una transición de la mediana edad».
Rauch lo describe como un «cambio de valores lento y gradual, perfectamente natural pero bastante desagradable, que tiende a pasar en los 40».
«La buena notica es que tiene un fin, la mala es que no es algo en absoluto divertido».
¿Qué pasa después de los 50?
«La sorpresa más grande fue que, de una manera uniforme y en muchos aspectos distintos, la ciencia ha encontrado que después de los 50 envejecer tiende a hacernos más felices, hasta el final de la vida.
«No es como lo imaginamos: normalmente vemos el envejecimiento como un proceso miserable en el que vamos perdiendo capacidades y volviéndonos cada vez más tristes.
«En verdad es al revés: a medida que nos hacemos mayores nuestros cerebros se vuelven más resistentes al estrés, experimentamos menos remordimientos, somos más positivos, somos emocionalmente menos volátiles, aprovechamos más el momento, conectamos mejor con la gente e incluso tenemos cierta protección frente al daño emocional causado por la pérdida de salud.
«Es algo increíble y sorprendente», enfatiza el autor, que para el libro entrevistó a economistas, psicólogos y neurocientíficos.
Dice que, en efecto, varias investigaciones han hallado evidencias de que la felicidad a lo largo de la vida adulta tiene forma de U: la satisfacción con la vida va decayendo paulatinamente durante las décadas de los 20 y 30, toca fondo en la de los 40 pero solo para aumentar hasta los 80.
¿Y cuando las cosas van mal?
Está claro que no todo el mundo tendrá una tercera edad de rosas: a medida que envejecemos nuestra salud tiende a deteriorarse y perdemos a seres queridos. Otros factores como un divorcio, el desempleo o las enfermedades pueden empañar los beneficios de esta etapa tardía de la vida.
Pero, dejando grandes problemas a un lado, Rauch cree que la curva de la U se mantiene: «que el proceso de envejecimiento es al revés de como lo imaginamos».
Según el autor, en la cuarentena se supone que estamos en la cima de nuestras capacidades y de nuestros logros, y que por tanto debemos ser felices, pero en realidad de los 40 a 50 estamos en una edad muy vulnerable.
Y al contrario, explica: «Hacia los 60 y 70 se supone que vamos a ser miserables y resulta que es una de las épocas de la vida más emocionalmente gratificantes y satisfactorias».
«Tenemos esa idea de que a los 65 años lo mejor de la vida ya quedó atrás y lo que debemos hacer es retirarnos y salir del cuadro».
Rauch dice que «la gran enseñanza» de su libro y de las investigaciones que se han hecho recientemente es que la humanidad está recibiendo ahora «el mayor regalo de su historia: 15 años adicionales de vida en la etapa más gratificante y sociable».
POR: BBC News Mundo