Por su parte, la campaña del exvicepresidente Joe Biden trabaja febrilmente para desarrollar una fuerza en las redes sociales que pueda competir con el consolidado “ejército” digital de Trump, de creadores de memes y de “influencers” políticos que retuitean los mensajes de la campaña en su apoyo. No será fácil.
Trump tiene 28 millones de seguidores en Facebook, donde suele postear 14 veces al día. Biden publica la mitad de las veces a una audiencia de apenas 2 millones.
Los números en otras esferas de las redes sociales están igualmente disparejos.
En Twitter, los 82,4 millones de seguidores de Trump eclipsan a los 6,4 millones de Biden. El presidente también está gastando más en publicidad en Google y YouTube que la campaña de Biden, en una proporción de 3 a 1.
Pero la campaña de Biden comenzó el mes pasado a invertir más tiempo y dinero en Facebook, y ahora está reclutando a usuarios diarios de Instagram para organizar recaudaciones virtuales de fondos, y a otros genios de las redes sociales para apoyar su causa.
En junio, el equipo de Biden gastó por primera vez más dinero que Trump en publicidad en Facebook, invirtiendo el doble de dinero en la plataforma que el presidente. Su campaña está reclutando simpatizantes de Instagram. Actualmente está buscando formas de movilizar el poder de cientos de adolescentes en TikTok que, a manera de sabotaje, reservaron entradas para el reciente mitin de la campaña de Trump en Oklahoma para no asistir. Esos adolescentes se adjudicaron el haber hundido el evento, inflando artificialmente el conteo de multitudes antes de que comenzara.
Pero la ventaja de Trump puede ser difícil de superar.
“El vicepresidente Biden y Trump tienen desafíos muy diferentes en este momento”, dijo Tara McGowan, fundadora de la firma digital liberal Acronym y exdirectora digital del comité de acción política Priorities USA durante la campaña de 2016. “Trump necesita mantener su base… mientras el vicepresidente Biden necesita definir y de muchas maneras presentarse a los nuevos votantes y seguidores potenciales”.
Pero el acceso irrestricto de Trump a los micrófonos digitales tiene sus límites.
Twitter está comenzando a verificar las publicaciones de Trump, incluida una en la que hizo afirmaciones infundadas de que la votación por correo conduciría a un fraude. La compañía también alertó a los usuarios cuando el presidente publicó un video manipulado, y ocultó su amenaza cuando tuiteó la idea de que los saqueadores en Minneapolis podrían ser contrarrestados a disparos.
Bajo presión, cuando las principales compañías retiraron la publicidad de su sitio, Facebook prometió en junio que etiquetaría aquellas publicaciones de Trump que rompan las reglas sobre la votación o que reflejaran intolerancia. La plataforma Snapchat también dijo el mes pasado que mantendría activa la cuenta del presidente, pero que dejaría de mostrar su perfil en la plataforma. En su propio intento por reprimir el discurso violento y de odio, la red Reddit decidió prohibir uno de los foros de seguidores más prolíficos del presidente, “The_Donald”.
Pero la eficacia de los mensajes de campaña no se limita a los números, dijo Jennifer Mercieca, profesora de retórica política en la Universidad Texas A&M.
“Si se quiere comparar la métrica de la atención y el compromiso, puede parecer que Trump está muy por delante, pero esa atención e indignación no siempre es buena”, dijo Mercieca. “Cuando un niño hace un berrinche, le prestas atención, pero no es porque apruebes su conducta”.
De hecho, la campaña de Biden argumenta que a pesar de ser superados en las redes sociales, la participación de sus seguidores es fuerte.
“La forma en que ellos tratan a sus simpatizantes, tiene que ver con la distracción. Se trata de mantenerlos enojados”, dijo Rob Friedlander, director digital de la campaña de Biden. “Para nosotros se trata de cómo hacerte sentir que estás en la campaña”.AP