Isabella arribó a Chile el 21 de febrero pasado y se albergó en casa de una amiga que le dio la idea del viaje y la promesa de que le buscaría un trabajo cuidando una envejeciente, cosa que no sucedió. Antes de un mes la amiga se mudó y ella no pudo seguir pagando la renta.
Para emigrar a la nación suramericana fue con un préstamo de 50 mil pesos que tomó una comadre suya. Ahora Isabella vivía con otra amiga que dio albergue y la caridad de algunos compatriotas que les llevan alimentos.
Ella forma parte de un grupo de más de 150 dominicanos, entre enfermos, indocumentados y desempleados, que han pedido a la embajada diligenciar su retorno a la República Dominicana, por las precariedades que enfrentan de esa nación, confinada por el coronavirus. Esto aparte de los 20 a 25 criollos que han dado positivos a COVID-19.
Isabella trabajaba en una banca de apuestas en República Dominicana donde fue cancelada varios días antes de someterse a la extirpación de una de sus mamas donde tenía el cáncer.