Los colombianos acuden a su cita con las urnas este próximo domingo 29 de mayo para elegir al que será su nuevo presidente durante los próximos cuatro años y por primera vez en décadas la izquierda puede volver a Casa Nariño. Antes, la campaña ha sido una de las más polarizadas que se recuerdan, con casos de presunto espionaje, amenazas de muerte, acusaciones de toda índole entre unos y otros, e incluso una supuesta injerencia rusa.
Unos 38 millones de votantes podrán elegir entre seis candidatos para sustituir al presidente Iván Duque, que no puede presentarse a la reelección tras una reforma de la Constitución, aunque parece que quienes mejor lo tienen son dos: Gustavo Petro y su Pacto Histórico por la izquierda, y Federico ‘Fico’ Gutiérrez al frente de la muy conservadora coalición Equipo por Colombia.
El tercero en discordia es el empresario de la construcción Rodolfo Hernández, conocido como el ‘Trump tropical’ y que amasó su fortuna en el negocio de las viviendas públicas, un inesperado invitado de última hora que en los últimos días ha protagonizado un meteórico ascenso en las encuestas llegando a estar en empate técnico con ‘Fico’ en algunas de ellas.
Desde el primer momento que arrancó el proceso electoral no ha habido encuesta que no haya colocado a Petro y a su candidata a vicepresidenta, Francia Márquez, como principales favoritos, rozando incluso en algunas la posibilidad de una victoria sin necesidad de una segunda vuelta. Su triunfo supondría una cambio de paradigma sin precedentes en las últimas décadas, dominadas por la derecha.
Con una intención de voto superior al 40 por ciento, Petro, senador, exalcalde de Bogotá, antiguo guerrillero del Movimiento 19 de abril (M-19) y veterano político, ha hecho de la sed de cambio de los colombianos su emblema en esta campaña, en la que ha prometido inversión en políticas sociales, la transición ecológica y sobre todo hacer cumplir los acuerdos de La Habana que se firmaron en 2016 con la extinta guerrilla de las FARC como camino a la paz.
Por su parte, Gutiérrez –con una intención de voto que no llega al 30 por ciento–, ha sido señalado por sus detractores como la opción continuista, recordándole la simpatía que levanta entre la principales familias que controlan la política y la economía del país. Partidario de hacer cumplir también los acuerdos de paz, durante la campaña ha prometido orden, agitando a su vez los viejos fantasmas del comunismo y acusando a Petro de connivencia con los grupos armados.
Los convulsos cuatro años de Duque, marcados por las importantes protestas sociales, la crisis de la pandemia, la fuerte recesión, el incumplimiento de los acuerdos de paz firmados con la extinta guerrilla de las FARC y las matanzas de líderes sociales, han provocado probablemente este acercamiento a la izquierda.
Petro ha sabido capitalizar el descontento de una gran parte de los colombianos, que vieron como en uno de los peores momentos de la pandemia, el todavía presidente Duque firmaba una controvertida reforma tributaria con la que se imponía una subida del IVA que afectó sobre todos a los productos de primera necesidad, el agua, el gas y la electricidad.
Cientos de miles de personas de diversos colectivos salieron a las calles de las principales ciudades del país a protestar; manifestaciones que derivaron en muchas ocasiones en enfrentamientos con las fuerzas policiales y militares, cuya actuación fue ampliamente cuestionada por la violencia con la que se desempeñaron.
Retos para el próximo presidente
Colombia es uno de los países más desiguales del continente, con 21 millones de pobres, mientras que más de la mitad de las tierras está en manos de una minoría privilegiada que no alcanza el 2 por ciento de la población. Una trampa mortal para los campesinos, que ahogados por las políticas neoliberales y de libre comercio recurren a los cultivos ilícitos de coca, en manos de los grupos armados.
La desigualdad en el reparto de las tierras es la razón principal por la que nació un conflicto armado que ya va para seis décadas. Uno de los temas cuando se inició la negociación entre el Gobierno del entonces presidente, Juan Manuel Santos, y la guerrilla de las FARC, abordaba esta cuestión.
Sin embargo, seis años después, la situación sigue sin avances significativos y los líderes campesinos que piden, por ejemplo, pasar de los cultivos ilícitos a la agricultura formal, no solo son asesinados por los grupos armados, sino también por los propios militares. Entre 2021 y lo que va de 2022, con uno de los trimestres más mortíferos, han matado a 188 dirigentes del campo»
En los últimos años el escenario para la clase política ha cambiado. Si bien uno de los problemas continúa siendo la violencia armada que infesta cada uno de los rincones del país, ahora en estas elecciones ya no está en juego la cuestión de la ya desaparecida guerrilla de las FARC, sino aquellas que habían sido relegadas a un segundo plano, como son la pobreza, la desigualdad y el desempleo.