San Fernando (Filipinas).– Una decena de filipinos resucitaron hoy la pasión de Cristo, como cada Viernes Santo, arrastrando la cruz en la que luego fueron crucificados, una penitencia salpicada de sangre y sudor con la que buscan expiar sus pecados.
Esa tradición atrajo este año a unos 20.000 devotos, curiosos y turistas hasta San Fernando de Pampanga, en el norte de Filipinas, el país más católico de Asia, donde se viven con fervor los ritos religiosos de Semana Santa, a menudo sangrientos.
El protagonista del evento fue otra vez Ruben Enaje, apodado el “Jesucristo de Pampanga”, que representó al Mesías en la interpretación del Vía Crusis para terminar clavado en la cruz por trigésimo tercer año consecutivo en el popular barrio de San Pedro de Cutud, donde comenzó esta tradición en los años cincuenta.
“Es realmente doloroso, pero una vez que estás abajo y ves las caras de expectación de la gente, todo el dolor se va”, afirmó Enaje, de 59 años, a Efe después de se atendido por los médicos tras su martirio, que duró unos ocho minutos.
Sin embargo, el “Jesucristo de Pampanga” admitió que ya se siente cansado y mayor, por lo que le gustaría que los organizadores del evento encuentren pronto un sustituto, aunque seguirá adelante con ese rito mientras no haya un reemplazo.
“Cuando estoy en la cruz rezo, pido salud para mí y para toda mi familia. Aunque hoy también pedí que aparezca pronto un sustituto”, confesó Enaje, que después de interpretar a Jesucristo se puso su camiseta del Che Guevara, su otro ídolo.
Junto con Enaje, se clavaron en la cruz en San Pedro de Cutud otras tres personas, entre ellas una mujer, bajo el sol abrasador del mediodía del verano filipino; aunque también hubo crucificados en los barrios de Santa Lucía y San Juan, donde estos ritos de Semana Santa también se practican con pasión.
“Después de todo el calvario hasta la cruz, si Dios quiere todo el dolor habrá remitido y me sentiré purificado”, indicó Enaje, que ha sido fiel a su cita en la cruz desde 1985, cuando cayó al suelo desde un tercer piso y no sufrió ni un rasguño.