Ramón Antonio Reyes es un dominicano que tiene más de 15 años residiendo en Trenton en el estado estadounidense de New Jersey. Sus familiares y amigos le conocen por Tony. Él es dueño de una bodega que se mantiene cerrada desde hace una semana por el temor que siente de que él o su familia se infecte por la pandemia del coronavirus.
Para Tony es mejor perder dinero y no poner en riesgo su vida y la de quienes lo rodean.
Franklin Genao reside en Linden, New Jersey. Él es diabético, pero ante la realidad global del coronavirus sigue su labor de distribuir paquetes en una empresa de logística en New York, por lo que todos los días debe trasladarse a esta ciudad poniendo en riesgo su salud y la de su esposa, hijos y un nieto de meses.
Quedaron sin empleos
Rosanny Ramírez reside en Jersey City y trabaja en un reconocido restaurante de la ciudad donde celebran bodas y cumpleaños. Para evitar la propagación del virus, este negocio cerró y ella y su esposo están sin empleo hasta nuevo aviso. A ellos solo les pagaron los primeros 15 días de marzo, que fueron los trabajados, pero por suerte compraron comida suficiente a inicios del mes.
Ahora, cuando les haga falta algún producto en su casa, deberán tomar dinero de sus ahorros. Rosanny cuenta que algunas personas pueden abrir colectas de dinero, siempre que demuestren que lo necesitan para pagar taxis, alimentos y medicamentos. Ella está esperando al primero de abril para ver qué medidas se tomarán en cuanto al pago de teléfono, cable y otros servicios, aunque asegura que a partir de esta fecha el Gobierno dará cupones de comida a quienes lo necesiten.
Esta madre de tres niñas que llegó a Estados Unidos hace más de 13 años comenta que dentro de las personas que están trabajando se encuentran las que laboran en bancos, quienes fueron divididos en grupos por semana y a los que no les toca en planta, deben laborar desde casa. “Yo me la paso haciendo tareas con las niñas que están recibiendo clases virtuales, viendo series y películas y limpiando y cocinando. Esa es la vida de uno ahora, imagínate”.
Cerró su negocio
“Ay muchacha, aquí trancado en la casa” fue la respuesta de Venny Sosa, un joven de 25 años que tiene seis años en Estados Unidos, al preguntarle cómo el coronavirus está impactando su vida. Él reside en Pensilvania y tiene una peluquería con un amigo. La semana pasada cerró su negocio que por semana le deja cerca de US$1,200.
Venny resalta que en Pensilvania las personas no se aglomeran con frecuencia y cada quien está en su casa, a diferencia de New York, donde a su consideración “algunas personas se lo cogen para gozar” como si fueran unas vacaciones. Su esperanza, al igual que la de Rosanny, es que el Gobierno entregará de US$1,000 en adelante por hogar según las necesidades de cada familia.
Testimonio de delivery
Carlos Manuel Tejada está trabajando normal. Es delivery en una pizzería que pese al COVID-19 funciona con regularidad en Long Island: de 11:00 de la mañana a 1:00 de la madrugada.
En esta isla que está ubicada al sureste del estado de Nueva York, están cerrados los salones, las peluquerías, las tiendas y demás negocios de este tipo. Los supermercados cuentan con abastos suficientes y están abiertos desde las 7:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche, relata Carlos Manuel.
Algunos deliverys, como es el caso de este señor que tiene siete años residiendo en el país norteamericano, siguen su rutina de trabajo normal, sin pausa. Para protegerse de contraer el virus se están colocando guantes y mascarillas a la hora de entregar las pizzas y desinfectando los vehículos que les sirven de transporte para ejercer sus funciones.
Carlos Manuel agrega que sus hijos están recibiendo clases virtuales y a las personas que quedaron sin empleo, el Gobierno les estará facilitando el pago de la renta.